Hace una semana terminé de leer una de las obras cumbres de Gabriel García Márquez, después de tan grato banquete literario, le agradecí a la vida poder hacerlo en esta época de mi vida, donde las lecturas de esa envergadura y trascendencia vivencial resultan aún más interesantes.
Supongo, que bordeando la cuarentena poseo un buen bagaje de experiencias que me ha permitido contrastar, comparar y admirar una vez más y a plenitud la magia y el intelecto creador del gran Gabo.
La fabulosa novela a la que me refiero,"El amor en los tiempos del cólera", no fue leía ( en buena hora) por el voraz lector que fui bordeando la veintena de la vida.
La trama de esta novela se centra en un personaje, Fermina Daza siendo seducida finalmente por un octagenario Florentino Ariza, quien consigue amarla plenamente después de 53 años, 7 meses y 11 días de vivir pensando en ella; demostrando así, que el amor persevera y que, más que la muerte, es la vida la que no tiene límites.
Gabo finiquita la trama en un río y menciona a los manaties, con sus sollozos lastimeros de mujer, y se refería a este bello animal:
Ilustraré para quienes ignoran la existencia de este bello animal, que el manatí es un mamífero especial que, a pesar de tener hábitos acuáticos y una conformación semejante a la de los peces, es el único mamífero marino completamente herbívoro. Se alimenta principalmente de hierbas marinas y plantas acuáticas que crecen en lugares poco profundos y cercanos a la costa o en la desembocadura de los ríos. Y como todos los mamíferos, el manatí necesita respirar aire y puede permanecer sumergido hasta por 20 minutos, aunque lo normal es que suba a la superficie cada uno o cuatro minutos. Necesita tomar agua dulce periódicamente, lo cual hacen en la desembocadura de los ríos su lugar favorito.
Hace 5 siglos, cuando los españoles llegaron a América, encontraron que los manaties eran abundantes y que los lugareños se alimentaban de su carne. Así, el manati era parte del menú tropical de las costas e islas caribeñas y de todos los ríos amazónicos.
Todo iba bien hasta mediados del siglo 20, donde estuvieron al borde de la extinción, debido varios factores como: la caza desmedida, la contaminación de las aguas, los impactos con las lanchas de motores fuera de borda, al atrapamiento en las redes de los pescadores, la pérdida de sus hábitats naturales, etc.
Hoy gracias a Dios se están recuperando.
Aquí en Iquitos, en una reserva financiada por una organización estatal, aún puedo ver los mismos manatíes que Gabo imaginó y escribió, los mismos que chillaban en las noches de amor de Fermina Daza y Florentino Ariza, cuando un flácido pene octogenario intentaba ingresar a duras penas en una atrofiada vagina, ardientemente deseada hacía más de medio siglo.
Un abrazo.
Arquímedes.
Iquitos-Perú
Invito a leer mi novela amazónica de distribución gratuita:
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